Lo que ocurrió ayer en el
circuito de Interlagos en la disputa del GP de Brasil de F1 es digno de las
mejores películas: dos protagonistas claros, aliados, enemigos, suspense,
acción y un desarrollo de los hechos que hicieron que más de uno no se
levantase del sillón ni para ir al baño. El problema fue que, como la mayoría
de las películas, el final fue el esperado.
Fernando Alonso se plantaba en el circuito brasileño a tan sólo 13
puntos de su más directo rival, Sebastian
Vettel, necesitando un milagro, uno más a los que nos tiene muy mal
acostumbrados el piloto asturiano. Y digo un milagro porque, a pesar de que
necesitaba subir al podio e incluso ganar la carrera, estamos viendo que con un
Ferrari que prácticamente va a pedales comparado con sus más directos rivales,
es un objetivo que podríamos catalogar de milagro. Atrás quedaron los tiempos
en los que la Scuderia dominaba
carrera tras carrera con Schumacher a la cabeza y en los que, si defendías a
otro equipo, tu máxima aspiración era el segundo lugar. Fernando logró cambiar
las tornas en los años 2005 y 2006, pero la suerte desde entonces le ha sido
esquiva al campeón español.
En 2007 aterrizó en McLaren en lo que sin lugar a dudas era
un salto cualitativo importante en su periplo por la F1. Pero nada más lejos de
la realidad. En ese mismo año llegó a la parrilla un piloto temperamental,
británico, y el ojito derecho de Ron
Denis, patrón de la escudería, Lewis Hamilton. En el equipo se centraron en la
progresión del joven piloto, denostando a un doble campeón del mundo, que con
opciones reales de alzarse con el título en la última carrera, vio como Kimi
Raikkonen lo lograba, aprovechándose de la guerra civil que acontecía en el
equipo McLaren. Fernando fue sancionado carreras antes por una acción más que
discutible en la clasificación del GP de Hungría que, sin duda, le hubiera dado
el título. La razón decía que había que salir del equipo como fuese, aunque las
opciones no eran muy apetecibles que digamos.
Los dos años siguientes los pasó
preparándose hasta que otro grande le fichase, disputando carreras en el equipo
Renault. Allí se había hecho un nombre, pero la escudería del rombo había
cambiado mucho en lo que a rendimiento se refería. Seguía Flavio Briattore
siendo el mandamás, pero en esos dos años sólo pudo ganar alguna carrera,
algunas de ellas con cierta polémica (como el GP de Singapur del año 2009) que
le costaron el puesto al patrón italiano. Hasta que en 2010 empezó su periplo
rojo en la F1. Todo hacía presagiar que un nuevo título estaba al acecho: venía
como líder del equipo, con un coche supuestamente ganador y con un equipo
volcado en cuerpo y alma al español.
Pero el coche no cubrió las
expectativas iniciales. Atrás quedaron figuras del equipo técnico italiano como
Jean Todt (que siempre se mostró contrario a la llegada de Alonso a Ferrari) y
Ross Brawn, que comenzó en 2009 innovando en un nuevo equipo, ganando el
título. En el último GP de 2010, en Abu Dhabi, Fernando llegaba como líder del
mundial, y necesitaba una carrera normalita para volver a reinar en el gran circo. Su rival por el título,
Vettel, era el que precisaba innovar si quería alzarse con la gloria. Pero
cambiaron las tornas, y una estrategia pésima de Ferrari llevó a Alonso a
quedarse de nuevo a las puertas. Fue especialmente doloroso por las formas.
Este mundial lo habían perdido entre todos. Aquello parece que pesó en la
fábrica de Maranello, ya que en 2011
no pudieron hacer absolutamente nada, no sólo ante el dominio aplastante de
Vettel (recordando al Schumacher de épocas pasadas) sino ante sus otros
rivales. Y lo de ayer ya lo sabemos todos…
Fernando necesitaba lograr un
podio y que Vettel no puntuase. Y al iniciarse la carrera no podían ir mejor
las cosas: la danza de la lluvia que todos los españoles hicimos durante el fin
de semana dio sus frutos y a las pocas curvas de empezar el piloto alemán se
vio envuelto en un incidente que le llevó a estar con el coche mirando en
sentido contrario. Todos nos vimos campeones en ese momento. El monoplaza de
Vettel estaba roto. O eso creíamos. Una vez más la suerte sonreía al piloto de
Red Bull, y ya iban unas cuantas. A todo esto Alonso seguía realizando una
carrera espectacular que le llevó a conquistar la segunda posición. Ante el
desarrollo de estos acontecimientos, sólo necesitaba ganar un puesto más para
alzarse con el título, pero Jenson
Button estaba muy lejos. Para colmo, la carrera acabó con el coche de
seguridad en pista, arrebatando toda opción de victoria al piloto asturiano, y
por tanto, toda opción de mundial.
Vettel había demostrado ser un
justo campeón, pero todos sabíamos que si hubiera sido Fernando aún sería más
justo. Dicen que la suerte siempre es justa, que te da o te quita por igual a
lo largo del tiempo. También dicen que es para quien la busca, y que sin
trabajo duro la suerte no aparece. Pues que se vaya preparando Fernando, porque
en cuanto le den un coche un poquito mejor la suerte aparecerá y los mundiales
irán cayendo uno tras otro. Ahora toca descansar, ha sido un año muy duro, y él
lo ha merecido como el que más.
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